Las decisiones no pesan tanto, las ideas fluyen sin tener que forzarlas, el ruido de afuera baja el volumen. No porque desaparezca, sino porque de pronto ya no te importa tanto. (y la verdad es que no importan).
Estar enfocado es una forma de respeto.
Hacia ti.
Hacia tu proceso.
Hacia lo que decidiste construir, aunque nadie más lo entienda del todo.
Pero cuando te desenfocas…
Cuando te sales de tu centro para mirar el jardín del vecino, empieza la duda.
La comparación.
La ilusión de que el otro tiene mejores ideas, más claridad, más valentía o mejores resultados. Empiezas a pensar que quizás sus decisiones son más inteligentes que las tuyas. Que su estrategia es más sólida. Que su estética es más acertada.
Y lo peligroso de mirar hacia afuera por mucho tiempo,
es que dejas de ver lo que sí está pasando adentro.
Olvidas lo que ya sembraste. Lo que ya floreció. Lo que aún está creciendo en silencio.
El jardín del vecino puede verse verde, perfecto, prolijo.
Pero desde tu ventana no se ven las goteras.
No se ven los errores que cometió, ni los remiendos que tuvo que hacer para seguir. No se ven sus verdaderas razones ni sus miedos escondidos.
Porque ese jardín no es el tuyo. No tiene tu tierra, ni tus raíces, ni tus semillas.
Volver al foco es volver a ti.
Es volver a la fidelidad que tienes con tu visión, incluso cuando se siente lenta.
Incluso cuando no es tan bonita en la foto, ni tan fácil de explicar.
Porque crear desde adentro es otra cosa.
Es mirar lo que tienes, lo que sientes, lo que puedes hacer con tus manos y con tu historia.
Es no esperar a tener más validación, más recursos, más certezas.
Es saber que ya tienes lo que necesitas para empezar o para seguir.
Y aquí es donde está el verdadero superpoder:
ser diferente no es una desventaja. Es tu ventaja más poderosa.
Lo que tú ves, lo que tú sientes, lo que tú creas...
nadie más lo tiene.
Ser tú, sin copiar.
Crear, sin permiso.
Seguir, aunque nadie más entienda el mapa.
Eso es foco.
Eso es fluidez.
Eso es autenticidad.
Y eso —aunque a veces duela o se vea raro— es lo que te va a llevar exactamente a donde tienes que llegar.
Hoy quiero cerrar con dos frases de dos corrientes que me gustan, aunque distintas ambas me encuentran siempre de alguna manera.
De los Estoicos:
“Si te duele que otros sigan su camino, es porque aún no te has comprometido con el tuyo.”
—Epicteto.
Del existencialismo:
“El que quiere constantemente cambiar el mundo exterior terminará por no cambiar nada en su mundo interior.”
— Albert Camus.
Gracias por leerme, siéntete libre de compartirlo.
Un gran abrazo, Vero.